Historias de mujeres
Con motivo del Día Internacional de la Mujer, queremos convertir en protagonistas de nuestra revista a Rosa Mari, Sheila, María Magdalena, Miren y Eukene, mujeres que trabajan en nuestro mercado y que
forman parte de su historia. Podían haber sido otras, porque cualquiera tiene una historia que contar. Este es nuestro homenaje a todas ellas.
Rosa Mari Gil. “Soy mujerista y apoyo a todas las mujeres del mundo”
De su abuela y de su madre heredó la garra y las ganas de comerse la vida. Benedicta y Manoli le enseñaron a ser trabajadora y a tratar bien a las personas, por encima de su condición masculina o femenina. “Gracias a los jóvenes estoy entendiendo que el género no está ligado al sexo. Una persona puede ser hombre y sentirse mujer, y a la inversa. Me gusta la variedad en las personas”.
Nieta, hija y hermana de pescadores, Rosa Mari lleva salitre en las venas. Su desparpajo se siente nada más llegar a la zona de pescaderías. Allí atiende a sus clientes de toda la vida con palabras cariñosas, algún que otro grito y los labios pintados de rojo. “Heredé la pescadería de mi amoñi y de mi madre. Yo soy la tercera generación y siempre hemos sido mujeres quienes hemos estado al frente. Los hombres estaban en la mar. La pescadería me apasionaba desde pequeña. Disfruto muchísimo cada día con el trato de la gente”.
Vivaraz y “glamurosa”, como ella misma se define, afirma no sentirse identificada con el feminismo. “En la vida no importa si eres mujer o eres hombre. Lo importante es que seas buena persona. No entiendo ni lo feminista ni lo machista. Yo creo en las personas. Los extremos no me gustan. A mi hijo no le he educado diciendo que tiene que respetar más a las mujeres que a los hombres. Le he educado en el respeto a las personas: a las chicas, a los chicos y a les chiques. Me encanta aprender cosas nuevas de la gente joven”.
Desde pequeña, Rosa Mari se ha movido como pez en el agua en un mundo de hombres. “Nunca he necesitado que nadie luche por mi igualdad, me la he conseguido yo misma. He trabajado en un mundo de hombres, y ninguno nunca me ha hecho sentir diferente. Tenemos que ayudarnos y emocionarnos entre todos. Creo más en el grupo, que en el colectivo masculino o femenino. Yo apoyo al 100% a todas las mujeres del mundo. Soy femenina y mujerista. No soy feminista. Quizá mi punto de vista en muy torpe y poco culto, pero yo lo siento así”.
Eukene Uli. “Feminista naiz, erabat”
Zuzenbide ikasketak bukatu eta gero, Eukene Ulik Genero Indarkeria eta Berdintasunaren masterra egin zuen Euskal Herriko Unibertsitatean. “Bizi-estilo moduan ulertzen dut feminismoa. Nahiz eta oraindik desberdintasunek biziraun, egungo emakumeok ditugun eskubide eta askatasun ugari feminismoari esker lortu dira”, dio. Pandemiaren hasierarekin batera ekin zion lanari San Martin Merkatuan. Bere asmoa lana eta ikasketak uztartzea zen eta baita amari laguntzea ere. Kaletarra bada ere, oso lotuta dago baserri munduari, familia guztia baserritarra baita. “Merkatuan emakume asko ibiltzen gara lanean eta lan mota ezberdinak egiten ditugu. Ez salmenta bakarrik, furgoneta kargatzen eta pisu handiarekin ere ibiltzen gara. Orain arte, beharbada, lan horiek normalean gizonezkoek egiten zituzten. Gauzak aldatu egin dira. Merkatuan emakumeak oso ondo ikusita gaudela esango nuke. Oso baloratuta gaude, nik horrela sentitzen dut, gutxienez. Eta nik ere asko baloratzen ditut merkatuan lan egiten duten emakumeak. Emakumeen artean oso ondo moldatzen gara eta elkarri laguntzen saiatzen gara beti. San Martin Merkatuan, orokorrean, ez dago gizon eta emakumeen arteko desberdintasun nabaririk.
Sheila Garrido. “El 8 de marzo es un día de reivindicación y de lucha”
Sheila Garrido reconoce abiertamente que es feminista y afirma que el Día de la Mujer no hay nada que celebrar, que es un día para echarse a la calle, ya que todavía queda mucho camino por recorrer para conseguir la igualdad real entre hombres y mujeres.
A diario, antes de que se haga de día, Sheila va a la lonja de Pasajes a escoger el pescado que luego venderá en la pescadería familiar. Allí se mueve como una anguila en un espacio en el que lo diferente es ser mujer. Pese a su juventud -empezó a las 19 años y ahora tiene 27-, ha sabido hacerse respetar, aunque haya sido, en alguna ocasión, a base de enseñar los dientes. “En la lonja la gran mayoría son hombres. Normalmente la gente se comporta conmigo como si fuera una más, pero no siempre me he sentido cómoda. Hay quien me trata especial porque soy mujer y luego están los que me miran diferente por ser mujer y ser joven. Soy una persona muy goxua en el trato y me han tratado, muchas veces, con condescendencia. Me he tenido que poner firme y mostrar el carácter. En la compraventa de pescado, si no te espabilas, te comen”.
Sheila reconoce la importancia del feminismo en su vida. “Soy 100% feminista. Para mí el feminismo es la lucha por la igualdad real entre hombres y mujeres. ¿Cuántas mujeres mueren al año en manos de hombres? A mí se me encoje el corazón. Se han conseguido muchas cosas, pero queda un camino largo por recorrer. Deberían educarnos en feminismo desde la infancia. Ahora los jóvenes tenemos más información. Pero hay una brecha generacional con mujeres de otras generaciones, que por ejemplo, ponen al mismo nivel el machismo y el feminismo”.
María Magdalena Istoc. “Las mujeres aquí viven mucho mejor que en Rumanía”
María Magdalena no tenía una vida fácil en Rumanía: a las dificultades económicas y al escaso acceso a una educación y sanidad dignas, se sumaba el maltrato físico y psicológico al que le sometía su exmarido. Hace nueve años llegó a Gipuzkoa. Aquí consiguió divorciarse y ser libre. Hoy afirma vivir feliz. “Me siento como una reina. Trabajo, mis hijos tienen educación y no me falta nada. Jamás volvería a Rumanía”.
El próximo tres de mayo se cumplirá un año desde que María Magdalena comenzara a trabajar en San Martin Merkatua vendiendo las verduras y hortalizas que cultivan en Uresaundi Baserria, en Azpeitia. “Estoy muy contenta en el mercado, porque me
gusta trabajar con las verduras y el trato con la gente”, cuenta con una sonrisa. Antes de vivir en Gipuzkoa, Magdalena relata que su vida en Rumanía no era fácil. “Vivía con mi exmarido y nuestros tres hijos en un pueblo pequeñito. Poder ir al colegio o al médico era muy caro. En mi país, aunque pagues para tener seguro médico, tienes que dar dinero en negro para que el doctor te atienda”. María Magdalena no quería esa vida para sus hijos. Además, era víctima de violencia de género. Lo cuenta sin filtros. Y sin miedo. “Mi exmarido me pegó muchas veces. No podía pedir el divorcio, porque la casa estaba a su nombre y podía quitarme a mis hijos”. Aunque llegó a Gipuzkoa tras los pasos de su exmarido, su vida cambió en Azpeitia. Ante las evidencias de maltrato, sus jefes de Uresaundi le alentaron a pedir el divorcio. “Me dijeron que aquí no me quitarían a mis hijos. Y me divorcié. Conseguí ser libre. Aquí las mujeres viven mucho mejor que en Rumanía. Tienen libertad y viven con más tranquilidad”, afirma. Y añade: “Yo, sin ninguna duda, me quiero quedar aquí. La vida es mucho más fácil. Y mis hijos también viven mejor. Han podido estudiar gracias a que han tenido becas y han encontrado trabajo. No se me ocurriría volver a Rumanía. Quizá de vacaciones, pero no a vivir. Nosotros ya tenemos aquí nuestra vida. Estoy muy feliz ahora, pero he vivido experiencias muy duras”.